El enigma Paco de Lucía by César Suárez

El enigma Paco de Lucía by César Suárez

autor:César Suárez [Suárez, César]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Biografía, Música
editor: ePubLibre
publicado: 2024-01-01T00:00:00+00:00


Uno de los nuestros

A partir de mediados de los años cincuenta, centenares de artistas flamencos llegan a Madrid desde todos los rincones de Andalucía para buscarse la vida en los florecientes tablaos. Dicen quienes disfrutaron de esas noches bulliciosas que Madrid podía cruzarse de tablao en tablao hasta el amanecer, como antiguamente África se atravesaba a saltos por los árboles. Escribe Antonio Escribano en Y Madrid se hizo flamenco:

La época dorada se dio entre principios de los sesenta y principios de los setenta. Un Madrid que huele por doquier a flamenco estaba invadido de una ola de nuevos cantantes que paseaban su incipiente fama por los lugares de ambiente conocidos de las calles de Echegaray, Ventura de la Vega, Espoz y Mina y Victoria, y por los callejones muy castizos, alegres y bullangueros de Álvarez Gato, Matheu y otros.

Hasta que fueron sustituidos por las peñas y los festivales, se contaban más de una docena de tablaos solo en el casco histórico de la ciudad, donde a diario actuaban flamencos de primera línea. Los Canasteros, El Duende, Torres Bermejas, el irregular Villa Rosa, las Cuevas de Nemesio, Café de Chinitas, Las Brujas, Arco de Cuchilleros, el Corral de la Morería (hoy el más antiguo, abierto en 1956)… «Madrid sigue siendo la capital por donde puede empezar a visitarse Andalucía», escribió Francisco Umbral en un artículo del 5 de diciembre de 1970 en la revista Destino.

Umbral se une en sus comentarios a la discusión en boga entonces entre puristas y renovadores. Nada nuevo bajo el sol. A la vez que menciona el botellín de cerveza a pachas que se bebió con la Paquera en Torres Bermejas o la noche en que vio a Nuréyev en el Corral de la Morería, el escritor critica la parte más prosaica de los espectáculos de los tablaos, que, según él y algunos más, comerciaban con la pureza del flamenco. «Como en aquella película española, el ruido de la juerga apaga las voces y así pueden decirse más a gusto las atrocidades del dinero, la política y el sexo. Madrid acalla su mala conciencia con zapateados y jipíos», escribió.

Al margen de la denuncia mairenista de Umbral, lo cierto es que los tablaos les dieron a los flamencos un modo de vida «profesional», con contratos duraderos y condiciones dignas. Esto permitió crear una red de conexiones artísticas que se retroalimentaba con el trajín diario. Los artistas, después de actuar, circulaban entre los tablaos para ver a sus compañeros y aprender de los mejores, en un deambuleo que ligaba la afición y la jarana. Se gastaban buena parte de lo que habían ganado esa noche en celebrarse y aprender unos de otros. Este es el clima que se encuentra Camarón cuando, tras algunos intentos, se instala por fin en Madrid y firma un contrato con el tablao Torres Bermejas, donde comienza a actuar con el grupo de Dolores Vargas, la Terremoto, la del «Achilipú», después con el de Bambino y más tarde como figura principal, con Paco Cepero acompañándole a la guitarra.



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